domingo, 29 de junio de 2008

Evidencias divinas — hostilidad humana

La necesidad del razonamiento —su propósito y sus límites
«… tratar de sofocar la crítica de las Escrituras con el grito de “la Biblia es la palabra de Dios” sólo sirve para excitar la desconfianza por parte de indagadores serios y sinceros. Nunca hubo un ataque contra la verdad que no pudiera ser refutado. “La verdad es una”; pero el error, por su propia naturaleza, es inconsecuente, y por tanto absurdo. Y en tanto que la verdad divina es espiritual y sólo puede ser discernida espiritualmente, el error humano es natural, y puede ser confrontado en su propio terreno. No podemos mediante razonamientos introducir a los hombres en el reino de Dios, pero mediante razonamientos sí podemos exponer los errores que los predisponen en contra de él.»
Sir Robert Anderson
- The Bible and Modern Criticism
(Londres, Pickering and Inglis, a. 1895), p. 27.

La realidad de Dios y la resistencia humana

A muchos materialistas no les importa la presencia de una fe formulada de forma emocional, dogmática, sin ninguna base de evidencia. Cuando se ponen nerviosos y se alteran es cuando se observa que el Diseño Inteligente en la naturaleza y de la misma naturaleza es detectable y demostrable. Que se trata de una inferencia lógica que, sin depender de una presuposición teísta o religiosa, lleva ineludiblemente a la inferencia de la realidad de una Sabiduría y de una Deidad que no por negada es menos evidente. Se trata de una inferencia lógica que siempre ha estado presente y que siempre se ha alzado como una barrera a las pretensiones materialistas de que todo un universo marco de la vida y de que toda la vida en dicho universo hayan surgido sin dirección y sin propósito.

Una de las razones de esta actitud frontal por parte de muchos en contra de ninguna posibilidad de un Diseño Inteligente de la naturaleza y de la vida es que intuyen que esto los conduce ante Aquel que juzga las actitudes y los motivos de lo más profundo del ser. Y esto no quieren aceptarlo de ninguna manera. No quieren aceptar tal conclusión. Quieren negar tal posibilidad desde el principio. Este ha sido siempre el gran motor del materialismo. La negación de Dios no es una conclusión científica, sino un anhelo de una humanidad que busca una falsa autonomía, un anhelo que se ha querido disfrazar con una jerga filosófica o científica.

Por ejemplo, el filósofo Thomas Nagel, en su libro The Last Word [La última palabra] (Oxford University Press, 1997), se refiere a lo que él llama «el temor a la religión misma». Escribe él:
«Hablo por experiencia, siendo que yo mismo siento profundamente este temor: Deseo que el ateísmo sea cierto y me intranquiliza el hecho de que algunas de las personas más inteligentes y mejor informadas que conozco son creyentes religiosos. No se trata sólo de que yo no creo en Dios y que, naturalmente, espero estar en lo cierto en mi creencia. ¡Se trata de que tengo la esperanza de que no haya Dios! No quiero que haya Dios; no quiero que el universo sea así.»

Desde su punto de vista, este temor puede ser «la causa de mucho del cientificismo y reduccionismo de nuestro tiempo» (pág. 130).

Por esto muchos materialistas no quieren ni siquiera hablar de las evidencias del Diseño Inteligente. Para ellos se trata de una cuestión sumamente personal, emocional. E intuyen que es una partida perdida. Así, en lugar de razonar sobre los hechos y los datos actualmente conocidos sobre las estructuras y las funciones de la vida, y sobre las posibilidades teóricas que admiten estos hechos y esos datos, y sobre los límites que puedan existir o no en el proceso de mutación y de selección, descienden a la ridiculización y a las invectivas, y tratan de lanzar confusión sobre las cuestiones que deberían ser objeto de abierto debate. Tratan incluso de impedir la presentación pública de estas cuestiones, como se pudo constatar recientemente en diversos lugares de España,[1], y, como el calamar, echan una nube de tinta en su intento de rehuir una discusión razonada del tema.

Sobre la ridiculización del contrario:

Cuando el ridículo y la burla toman el puesto de la argumentación, tenemos que ser cautos. El uso del ridículo en contra de una exposición razonada de los argumentos constituye una acción miserable. Ahora bien, el humor puede ser la respuesta en ocasiones cuando el absurdo de una posición queda claro por sí mismo o cuando se ha demostrado mediante una explicación razonada; en tal caso, el absurdo de dicha posición puede exponer el ridículo de la situación en que se encuentran los que persisten en una argumentación desmentida por los hechos o inconsecuente con los mismos.

Hablando de evidencias

Una de las materias conceptuales que se estudia en física es que para separar las moléculas de un gas a una temperatura determinada en dos distribuciones de gas, una más fría y otra más caliente, se precisa del llamado «demonio de Maxwell», esto es, un agente que pueda conseguir información de cada molécula de dicho gas y actuar en consecuencia, para seleccionarla y hacerla pasar y aislarla en la sección correspondiente del sistema preparado para conseguir esta diferenciación. En resumen, para seleccionar se precisa de un propósito determinado, de información y de una fuente de energía para el trabajo necesario para la manipulación del sistema, manipulación dirigida por una información dirigida a un fin. También podemos realizar una disociación en una cantidad mayor de grupos térmicos diferenciados (conceptualmente podemos conseguir grupos diferenciados de grado en grado). Esto implica más complicación, un mecanismo más complejo.

Por el término «evolución», cuando se aplica al origen y desarrollo de la vida, se entiende, generalmente, la emergencia de nuevos caracteres, de nuevas estructuras, de nuevas funciones —¿por selección natural?
Darwin observó que se podía seleccionar entre caracteres ya existentes, cosa que se conocía ya desde muy antiguo. Presentó muchos ejemplos de selección ARTIFICIAL y propuso un paralelismo con la selección natural que iría mejorando los rasgos ya existentes y favoreciendo la emergencia de estructuras más y más complejas.

El problema reside en que se trata de un paralelismo falso. La cuestión, cuando tratamos del ORIGEN de nuevas estructuras y funciones (la visión, el oído, el vuelo, las diversas funciones fisiológicas, etc.) no es como se seleccionan y mejoran estas estructuras, sino el SURGIMIENTO de las mismas.

La gran cuestión en el origen y la coordinación de las diversas funciones orgánicas celulares y organísmicas es la producción de los componentes y su coordinación. Primero es necesario tener el material, después será necesario seleccionar aquellos materiales necesarios y situarlos en sus debidas y correspondientes relaciones. Es necesario un propósito, un fin, y tener la información que dirija toda esta ordenación. No solo es preciso seleccionar todos los elementos adecuados, sino que es necesario excluir todos aquellos que interferirían y que harían imposible llegar al fin propuesto.

Por ejemplo, para conseguir el motor giratorio del flagelo bacteriano se precisa de unas piezas determinadas. La consecución de estas piezas se realiza mediante un proceso de fabricación de cada componente en las cantidades necesarias. Y el proceso de la fabricación de estas piezas en la célula comporta una serie de pasos que van desde la lectura de las instrucciones en la biblioteca central de la célula (ADN) para realizar unas transcripciones (no una mera copia) donde están involucrados soportes de información como el ARNm y elementos de transporte codificado de materiales base (aminoácidos) como el ARNt, enzimas específicos para unir los ARNt con dichos aminoácidos, y unas máquinas productoras de proteínas (los ribosomas) que por medio de un cabezal de lectura leen las instrucciones que se les transporta, y con otras funciones de esta compleja máquina, van soldando los compuestos unitarios (aminoácidos) en las secuencias dictadas por las instrucciones transmitidas por las secuencias del código soportado por los tramos de ARNm, que dictan qué ARNt portadores de aminoácidos específicos deben ir entrando en cada momento en la zona de entrada del ribosoma correspondiente, para conseguir la producción de las proteínas, tanto las estructurales como las enzimas, que son los componentes fundamentales de las estructuras y de las funciones de las células.

Una vez conseguidas las piezas del motor del flagelo bacteriano por medio de este proceso de fabricación asistida por un sistema informatizado PROGRAMADO lector de códigos con todos sus sistemas de regulación y control, no tenemos sino el comienzo. El montaje del motor sigue toda una secuencia asimismo PROGRAMADA, totalmente regulado y controlado con emisión y recepción de señales de inicio y fin de cada uno de los pasos secuenciales.

Pero este motor no podría hacer nada sin recibir energía (protónica), que llega por unos circuitos que son también producto de una fabricación asistida por programación, con un programa también procedente de la biblioteca central (ADN) transcrito y gobernado por el mismo proceso. Y dichos circuitos no dispondrían tampoco de energía si no existiese otro mecanismo como la ATP sintasa que alimenta todos los diversos circuitos y funciones de la célula, de los que solo damos uno de entre miles de ejemplos.

Así, vemos que el gran secreto de toda la producción de estos sistemas es la INFORMACIÓN aplicada mediante unos sofisticados dispositivos. No se puede conseguir la producción selectiva de componentes y su concatenación en sistemas coordinados sin un sistema de lectura y tratamiento de la información. Los códigos, la información, la palabra y el pensamiento, están en todas partes, plasmados en la realización de un plan y de un propósito.

La selección natural no puede conseguir el origen de aquello que selecciona. Es irrelevante por lo que respecta al origen de las estructuras de la vida, a todos los niveles.

La selección necesaria para conseguir sistemas complejos de regulación y control adaptados a un fin exige la existencia de una Mente y de un Propósito trascendentes. La realidad de la vida en particular y de su marco, el universo en general, nos lleva a la conciencia de la realidad de Dios, de Su poder y deidad.
La fuerza de la evidencia se sentía incluso antes del descubrimiento de las nanomáquinas de la vida, y por parte de alguien como el mismo Ernst Mayr, uno de los más firmes darwinistas del siglo 20. Él mismo tuvo que confesar que
«... es forzar mucho la credulidad suponer que sistemas tan exquisitamente equilibrados como ciertos órganos sensoriales (el ojo de los vertebrados, o la pluma de las aves) pudieron ser mejorados por mutaciones al azar. Esto es todavía más cierto de algunas relaciones ecológicas en cadena (el famoso caso de la polilla de la Yuca, y tantos otros).»
Mayr, Ernst (1942)
Systematics and the Origin
of Species,
p. 296

Naturalmente, añade a renglón seguido que:
«Sin embargo, los que objetan a las mutaciones al azar no han podido hasta ahora proponer una explicación alternativa respaldada por una evidencia sustancial.»
Ibid.

Este intento de resolver esta cuestión de esta manera quiere obviar la realidad de la evidencia que señala a que la vida es resultado de un acto creador de Dios. Es aquí que el conocido físico y cosmólogo Carl F. von Weizsäcker, aunque materialista y darwinista, pone a descubierto la verdadera situación, que desde la fecha en que escribió ha ido realmente agudizándose más y más para cualquier planteamiento materialista del origen y desarrollo de la vida:
«Todavía no entendemos demasiado bien las causas de la evolución, pero tenemos muy pocas dudas en cuanto al hecho de la evolución... ¿cuáles son las razones para esta creencia general? En la última lección las formulé negativamente; no sabemos cómo podría la vida, en su forma actual, haber venido a la existencia por otro camino. Esa formulación deja silenciosamente a un lado cualquier posible origen sobrenatural de la vida; así es la fe en la ciencia de nuestro tiempo, que todos compartimos». [La importancia de la ciencia, Nueva Colección Labor. Barcelona, 1972, p. 131.]

El peso de la evidencia ante una voluntad hostil

Desde mi punto de vista, el DI generará hostilidad en una mentalidad ya hostil a su consecuencia última. Como lo expresó Richard Lewontin de forma tan pintoresca en su reseña de hace algunos años, «no podemos permitir un Pie Divino en la puerta». No se trata de que la evidencia sea endeble, sino que la mente materialista tiene un interés personal contrario. ES NECESARIO apoyar el materialismo a toda costa.

De forma que esta es una cuestión profundamente personal: el Materialismo, que promete libertad al hombre, pero que comporta en sí su desesperanza última, o el Teísmo, que pone al hombre ante Dios. Pero la actitud del hombre no es neutral; no hay ante esto una actitud de serenidad. El hombre no arrepentido está enemistado con Dios, y debido a ello, en su estado natural, prefiere antes rechazar o reinterpretar toda la evidencia de Dios en el diseño de toda la naturaleza en términos materialistas.

El fondo de la cuestión es que el Materialismo ha proporcionado al hombre un refugio ilusorio donde cree poder esconderse de Dios.

El problema no reside en la evidencia. Hay abundante evidencia para llevar a las personas a la convicción de la realidad de un Designio. Pero la evidencia no es suficiente ante una actitud hostil contra Dios, como la que demuestra el filósofo Nagel. Estamos rodeados de evidencias. Ahí mismo, en la Naturaleza creada. El problema reside en la mente humana, que contempla el diseño como algo que rechazar, no porque no se haga evidente en el estudio de las cosas creadas, sino debido a un prejuicio muy intenso en contra de la evidencia. Cuando Richard Dawkins dice en su prefacio de El Relojero Ciego: «La biología es el estudio de cosas complicadas que presentan la apariencia de haber sido diseñadas con un propósito», y pasa luego a aplicar el criterio que Lewontin describe en su reseña, lo hace debido a que tienen «un compromiso previo, un compromiso con el materialismo» ... no PUEDEN «permitir un Pie Divino en la puerta». Para poder aceptar el Diseño Inteligente se precisa de más que evidencia, se precisa de un cambio de actitud interior que rompa el compromiso previo con el materialismo y que se abra a la realidad que nos rodea. Este compromiso previo con el materialismo expone un corazón enemistado con Dios. Para llegar a una perspectiva correcta de la realidad es necesario el arrepentimiento para con Dios —y el fin a la vista es el de un cambio sobrenatural de perspectiva que transforme la hostilidad y la ingratitud en adoración y acción de gracias (Romanos 1:20-21).

Efectivamente, la realidad última es que esta controversia versa sobre mucho más que la ciencia, versa sobre el corazón humano – que aleccionado por las diatribas de Voltaire, y de otros como él, en contra Dios, quiere negar toda acción soberana de Dios en creación, providencia, salvación y juicio. Así el hombre moderno reconstruye su perspectiva de la realidad a una en la que Dios está ausente, con la ilusión de conseguir con esto su libertad. Pero, como observó cierto conferenciante hace muchos años, en unas palabras que han quedado grabadas en mi mente: «El ateísmo optimista del Siglo XIX creía que desplazando a Dios, el Hombre tendría espacio para ser hombre; el ateísmo pesimista del Siglo XX descubrió que, tras haber desplazado a Dios, el Hombre había perdido todo espacio para ser hombre».

Dirigiéndose a Dios, Agustín de Hipona (354-430) dice con razón: «¡Tú nos has hecho para ti mismo, y nuestro corazón no encuentra reposo hasta que lo encuentra en Ti!» (Confesiones, I, 1).
Santiago Escuain

[1] Para información sobre estos acontecimientos, haga clic AQUÍ


Para un análisis de las recientes pretensiones de los evolucionistas que en realidad no se pueden mantener, como la de haber demostrado la evolución con experimentos de laboratorio, y otras, véase: